martes, marzo 26, 2024

Periodista de Revista Weekend publicó sobre la “Experiencia Malargüe”

Lo previsto siempre es poco. Para disfrutar Malargüe necesitamos más de lo calculado: una semana, quizás algo más también. Agendemos una excursión por día: La Payunia, volcán Malacara, termas de Cajón Grande, parque de aventuras Turcará, Caverna de las Brujas, Valle Hermoso (con laguna La Niña Encantada y el Pozo de las Animas) y Castillos de Pincheira. Ya van siete y todavía quedan afuera: Laberintos Carmona, planetario y observatorio de rayos cósmicos Pierre Aufer (que se pueden recorrer en una misma jornada o alternando con otras); laguna de Llancanelo, cascada Manqui Malal, Geoparque Llano Blanco, laguna Diamante y las termas de El Sosneado en el hotel abandonado. Sin contar la cabalgata al avión de los rugbiers uruguayos que cayó en la Cordillera hace –exactamente– 50 años y que demanda unos cuatro días más. Tranquilamente uno podría planificar Malargüe como un destino de vacaciones de aventura y alojarse dos semanas.

En la experiencia que vivimos realizando una nota para revista Weekend descubrimos paisajes increíbles, de esos que rozan la literatura fantástica, que mezclan lo mágico con lo imaginario y lo tangible. La Payunia, por ejemplo, es la puerta de acceso a otro planeta, un desierto de suelo negro con más de 800 jóvenes conos volcánicos, una formación única que no se halla en otra parte del país. No alcanza la vista para el disfrute. Y, en orden, fue solo el aperitivo de lo que experimentaríamos al día siguiente: caminar por las cárcavas que surcaron los flujos piroclásticos (ríos de lava al rojo vivo, como en las películas) del volcán Malacara. Rebobinemos: caminar por las entrañas de un volcán… ver la lava, palparla, olerla, pisarla hasta avanzar al corazón que la generó hace apenas 10.000 años (un parpadeo en la edad de la Tierra) mientras los guías nos explican el caso de explosión lateral de esta formación casi excepcional en el mundo.

Las emociones apenas comenzaban en estos dos días. Siguió Caverna de las Brujas, un clásico bajo tierra no apto para claustrofóbicos. Dos horas con casco y linterna frontal descubriendo túneles subterráneos con historias maravillosas que comenzaron el siglo pasado. Espacios confinados que a veces exigen pasar gateando, otras deslizarse por algo así como un tobogán de cera. El premio está en el recinto final: una estalagmita gigante (quizás de un metro de altura) y, a pedido del guía, apagar las luces y hacer silencio: es tan pulcra la oscuridad que no podemos diferenciar ver con los ojos cerrados o abiertos. Tampoco hay ruidos ni olores. Es como un espacio aséptico al mundo exterior.

Además de pasar un día en el camping de los Castillos de Pincheira (que tiene pileta, glamping, restaurante con exquisito menú de chivito, y un puente colgante que lleva a una tremenda cueva horadada en la piedra al pie de la formación que le da nombre al lugar), y otra jornada en el camping Termas de Cajón Grande (siete piletas de agua a unos 40 ºC, bar, un espacio verde de postal y un paisaje que evoca la publicidad del chocolate de la vaca violeta), cerramos nuestra visita en el parque de aventuras Turcará, sobre la Ruta Nacional 40, a 37 km de Malargüe, un complejo donde, si nos faltaba adrenalina, ahí la vamos a generar toda junta, porque hay puentes tibetanos, dos tirolesas muy altas, puentes comando sobre el precipicio y una hermosa vía ferrata al filo del vacío, además de restaurante, venta de artesanías, siete parcelas individuales de camping, y un circuito autoguiado de trekking paleontológico (fósiles de diferentes eras con sus respectivas explicaciones) que se puede realizar en un par de horas.

Volviendo al principio de esta nota, cinco días es poco para recorrer Malargüe. La idea de mínima es planificar siete o más con alojamiento en un buen hotel para que nos permita disfrutar del entorno al finalizar el día, y anotarse en las excursiones con bastante tiempo de anticipación, porque todas tienen cupos y están a full. ¿Tarifas? Muy accesibles comparativamente, tanto el hotelería como en gastronomía. Los paseos resultan más económicos si nos movemos en vehículo propio hasta los lugares (solo Payunia conviene hacerla en transfer grupal para escuchar al guía y comprender lo que estamos viendo). Por último, recordar que en Malargüe es obligatorio circular con las luces bajas siempre encendidas, tanto en ruta como en ciudad. Más allá de eso, el disfrute y la tranquilidad están asegurados, por lo que el destino es un “must” en la bitácora del turismo tradicional y de aventura. ¡Agendarlo como recordatorio con urgencia!

 

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